Gustav Schäfer dista de ser la “alegría de la fiesta” pero no por ello deja de ser más o menos locuaz. Su presencia en las entrevistas suele ser meramente física y cuando el presentador de turno, por cortesía, se dirige a él con una pregunta, el rubio nacido en Halle es el primer sorprendido. Su papel de actor secundario lo tiene bien asumido, al punto de encontrarse como pez en el agua manteniendo la compostura mientras los apellidados Kaulitz llenan los platós con risas e historias mil veces repetidas. Él mismo opta por definirse como el tímido del grupo en un intento de quitarse presión y poder contemplar las monerías de sus compañeros.
El estatus de estrella ni le ha marcado ni ha controlado sus hábitos de vida. Sin duda es el primero en acostarse y el primero en levantarse. El glamour y las estridencias le son totalmente ajenas y no tiene la mínima intención de dejarse seducir por la banalidad que tanta mella hace en las cabezas de muchos veinteañeros que de la noche a la mañana se ven en la cima del mundo.
Desde el 2001 es el dueño de las baquetas de Tokio Hotel y quiera o no, tiene que seguir en el escenario el culo de Bill en cada actuación.
¡Gracias por ser como eres, amigo!
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